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domingo, 11 de noviembre de 2018

TRANSPIRENAICA en BTT -Sector vasco-navarro- (Selva de Irati-Hondarribia)

Pantano de Irabia -Selva de Irati-
Continuación del último trayecto de la Transpirenaica en BTT realizada en el verano del año 2010.

Para consultar las anteriores publicaciones de este trayecto en BTT de largo recorrido consultar el índice de rutas de cicloturismo situado en el margen derecho de este blog.

Integrantes: Jorge y Kike


Tercer y última parte de nuestro recorrido de la transpirenaica en BTT


14ª Etapa ; Selva de Iratí-Elizondo

Como va siendo habitual en los vivacs en la montaña; Te despiertas cada poco, cambias de postura, observas el firmamento, estás atento a distintos ruidos...
A mitad de la noche un animal ronda cerca... No le conseguí ver. Tampoco hice ningún esfuerzo en incorporarme y encender la frontal. Pero adiviné por su característico olor de cual se trataba;
-          Un zorro-
Estos actúan como los perros y lobos. Van marcando con los orines su territorio. 
Y el del zorro es inconfundible.

Vivac en la selva de Irati

Poco antes del amanecer empiezan a caer las primeras gotas de lluvia y son culpables de conseguir  desvelarme de inmediato.
Creo que mi amigo Jorge aún no las ha notado. Él duerme mas cercano a la base del abeto y está mas protegido que yo...

Llegó el cambio de tiempo. Durante los dos próximos días nos pasaría una borrasca por encima y dejaría chubascos dispersos.
Ya habíamos tenido demasiada suerte con estas dos últimas semanas de sol, calor y con sólo un día de tormenta en el Pirineo catalán.
La verdad es que no nos podíamos quejar.
Hoy probaríamos la impermeabilidad de nuestro equipo de agua.

De momento parecen ser mas nieblas que nubes. Pero es niebla “meona”: Esta se condensa en las hojas del abeto para poco después, destilar sobre nuestras cabezas y sacos.




 



A las 8:30 a.m ya estamos de nuevo en ruta; dando las primeras pedaladas del día.
Enlazamos con la carretera para bajar hasta el pueblo de Iratí. Son cuatro kilómetros hasta meternos otra vez en pista de tierra, durante doce kilómetros mas. En ellos, seguiremos circulando por el espectacular bosque de Iratí y su entorno.

En el pueblo abandonado, nos llamó especialmente la atención; la Ermita de Nuestra Señora de las Nieves. Situada en el alto de una loma boscosa, destacaba muchísimo con su blanca fachada.
El sol intenta abrirse paso entre las nieblas que poco a poco van levantando.
Seguimos rodando por la espléndida pista en dirección al pantano de Irabia.
El entorno es espectacular. Me encanta pedalear a través de este bosque de ensueño; Hay varios extraordinarios Cedros acompañando a las omnipresentes Hayas y Abetos.
Todo esto me recuerda a las bosques de Eslovenia, en mi primer viaje de Cicloturismo.

Me gustaría sacar buenas fotos... pero la escasa luz que se filtra a través de las altas copas de los árboles, hoy se suma también; la niebla. Y claro; Si no aumentó el tiempo de exposición y coloco el trípode en la cámara, no me saldrán fotos decentes.
Pero como no soy un profesional de la fotografía, ni hoy, tampoco andamos detrás de fotos artísticas....
Así que... ¡adelante pues¡.



Poco más de siete kilómetros ligeramente descendentes separan el pueblo de Iratí de la presa del pantano. Nos encontramos en la reserva natural de Mendilazt.

Pasamos por una fuente cerca de la ermita. (no descrita en el rutómetro).

Nos cruzamos con varios senderistas.


Bordeamos todo el pantano de Irabia para afrontar por caminos; la subida a Collado Orión (980 metros).
A menudo, desvió la vista hacia el pantano. Intentando recordar desde donde está tomada una de las fotos de otro libro de cicloturismo que conservo y que fue, en parte, la que me incentivó a conocer esta zona a golpe de pedal.
En la foto se ve una de las ensenadas de Irabia, reflejando aguas esmeraldas y franqueada por laderas cubiertas de frondosos árboles.
Hoy, esa misma imagen, tendría menos contraste, por la falta de luz.

 

Durante la corta subida al collado; Jorge y yo hablamos sobre nuestro mal entendido de ayer.
Queda todo aclarado y resurge de nuevo la armonía en el dúo.
-Hoy he aprendido que si algún día percibo algún tipo de problema, lo que hay que hacer es; hablarlo cuanto antes y no dar por supuesto nada.-
¡Bien¡

Veinte minutos después llegamos a la antigua fábrica de armas de Orbaiceta.
Las ruinas que se mantienen en pie de la fábrica, constituyen uno de los mejores.
ejemplos peninsulares de arquitectura industrial de la segunda mitad del siglo XVIII.
Fue construida en el año 1784 por mandato de Carlos III.
Y los ejércitos de Napoleón la arrasaron en la primera mitad del XIX. Aunque siguió funcionando hasta el año 1884.
Hoy, aún se puede ver; la casa palacio, la iglesia y los hornos de fundición.



 


Continuamos.
Subimos otro collado (1000 metros) remontando el barranco de Itolaz. Pedaleamos por fantásticos bosques y cruzamos varios riachuelos.


A continuación está, el collado Navala (1020 metros). Y tras unos tranquilos kilómetros de descenso alcanzamos la archifamosa localidad de Orreaga Roncesvalles; Punto de inicio, más común, del camino de Santiago francés.
Por supuesto; Encontramos el pueblo a tope de turistas y peregrinos.
Es hora de almorzar, así que paramos en una de sus cafeterías a comer algo.
Es allí donde un peregrino ciclista, que prácticamente se acaba de bajar del autobús y de preparar las alforjas de su bici, me pregunta;
-“¡Oye¡ ¿Queda mucho para Pamplona?”-
Mientras le doy una respuesta orientativa, pienso para mí;
-          Vaya, vaya... Todavía no ha comenzado a dar pedales y ¡ya está preguntando si queda mucho¡-
Tras el almuerzo, tomamos dirección contraria a los peregrinos.
Nos adentraremos en Francia al superar el cercano collado Lindux (1175 metros). Y por primera vez en el viaje rodaremos unos cuantos kilómetros por el País vecino.


Es aquí donde nos adentramos de nuevo en la niebla y la condensación empieza a calar nuestras ropas.

La pendiente de este corto collado es muy fuerte. La pista se encuentra cementada por lo que conseguimos subir pedaleando. Si hubiese sido de gravilla o tierra, no habríamos podido.
Pasamos por una cabaña de madera construida en la copa de un árbol.
La niebla y la ligera llovizna nos quita las ganas de inspeccionarla.
A medida que se coge altura, la niebla se cierra mas y mas. La mala visibilidad hace que nos entretengamos consultando  mapas y altímetro.



Es en el alto donde nos surgen dudas. Debemos asegurarnos ya que el descenso va a ser muy muy largo.
Bajaremos hasta la localidad francesa de Banca (300 metros). Son 900 metros de desnivel perdidos desde el collado Lindux en 19 kilómetros con el firme moderadamente inclinado. Esta mojado por las recientes lluvias y la niebla nos impide disfrutar debidamente del paisaje.
Llegamos al pueblo de Banca ( que son cuatro caseríos dispersos) y en uno de los caminos apartados de la pista principal recargamos con el último avituallamiento del día.

Nos espera una tarde dura...muy dura.
-¡Cometeremos el mayor despiste de toda la travesía de la Traspirenaica!-

Subiendo al collado Elorrieta (850 metros), inmersos en la niebla, está cayendo agua con mas ganas.
El libro rutómetro, que lo llevo visible en una funda de plástico trasparente (en teoría impermeable), encima del manillar; se está mojando y estropeando.
Pasa igual con los mapas, que de igual forma, lleva mi amigo.
Con la niebla se acabaron las referencias visibles que nos describe el libro.
Por estos lugares tampoco encontramos a nadie a quien preguntar.
Y a todo, se suma la extraordinaria pendiente en la que nos debemos emplear a fondo durante muchos tramos.
Calculo rampas de un 20% de desnivel.
Se cruzan multitud de pistas, son todas muy parecidas y la mayoría terminan a la puerta de un caserío.

Y por si fuera poco, a todas estas condiciones adversas, llegó el tremendo despiste.
Creíamos que subíamos a Elorrieta... hasta que llegamos a la pradería del collado, donde terminaba la pista, después de habernos esforzado a fondo en un durísimo puerto.
-Aquello no se parecía en nada a las descripciones del libro-ruta.-
Tras una exhaustiva consulta en mapas, libro y altímetro. Llegamos a la conclusión que habíamos llegado al alto de Altxola (950 metros).
Era un error grave.
Debemos bajar el puerto para retomar la subida a Elorrieta, desde la última referencia descrita en el rutómetro y que dábamos por segura.
Bajando, se oye lejano un trueno...
-          Vaya....Lo que faltaba a la fiesta. -¡ La traca final !-
( Menos mal que después, la tormenta, se quedó sólo en un amago.)
El conductor de un coche que nos cruzamos, nos referencia el camino correcto. (Dirección Baigorri).
Subiendo, de nuevo me surgen dudas. Hay varias referencias descritas en el libro de Yordi, que no las localizo por ningún lado (¿un ejemplo? fuentes).
Otra vez superando duras rampas...
Gracias a que llevamos dos semanas de pedaleo por el Pirineo, estamos en buena forma física. Este despiste cometido nos supone buena pérdida de tiempo, pero no nos reporta desgaste ya que recuperamos los dos muy bien.
Estamos fuertes.
-¡ Podemos con todo lo que nos echen !-





Mientras subimos el puerto  rodamos los dos juntos a buen ritmo.
Poco a poco y en este tipo de exigentes viajes se puede llegar a conocer muy bien a el /los compañero /s de ruta. Son viajes que te obligan a dar lo mejor de ti y que muchas veces te ponen a prueba; La paciencia, el temperamento, el humor, la generosidad, la limitación física ( aunque ésta última, tras haber hecho muchas rutas, acompañado y en solitario, he comprobado que siempre podemos llegar a hacer, mucho más, de lo que nos creemos en un principio ).
Cometemos fallos pero aprendemos también de ellos.
Todo esto te ayuda a conocerte mejor a ti mismo.

Tras un buen rato de correspondiente esfuerzo duro, alcanzamos, por fin, el collado Elorrieta. Nos hacemos la foto al lado del punto de referencia en el rutómetro; La “Muga 102”. – Ahora no hay pérdida.-
Y como ya dije en una etapa anterior; Esto de la “Muga” nos trae de cachondeo a Jorge y a mí desde el inicio de la Transpirenaica. ( Sería inútil explicarlo. Eso hay que entenderlo en el contexto... )
Es conveniente y necesario, que en situaciones como estas, mantengamos el buen humor. – Bravo por Jorge-


Está lloviendo y siguen las nieblas cubriéndolo todo.
En la pradera a la que desembocamos existe una confluencia de muchos caminos.
Nos despistamos de nuevo y seguimos 200 metros por uno que no es.
La experiencia anterior hace que aseguremos y nos demos cuenta enseguida del error.
Volvemos por nuestros pasos hasta dar con la embarrada y pedregosa pista que desciende al valle de Baztán.
Abandonamos Francia para meternos de nuevo en el Pirineo Navarro.
La pista es ciclable casi 100 %. Aunque hoy, por las condiciones ambientales, halla que tener mucho cuidado...
Algún que otro pequeño derrape en la piedra mojada, me hace reducir velocidad... y sustos.




Enlazamos después con una pista asfaltada que sigue en descenso hacia el pueblo de Eratzu (300 metros).
Ahora continuamos el resto de la etapa por carretera.
Cruzamos Elbetea (200 metros) y es aquí, donde abandonamos la ruta de la Transpirenaica para acercarnos a la capital del valle de Baztán; Elizondo.
Buscaremos allí alojamiento para descansar y resguardarnos en este día gris y lluvioso.

-97,73 Kilómetros en casi siete horas y media. Velocidad media 13,14 Km/h.-
Hoy habremos hecho sobre los 2000 metros de desnivel positivo acumulado y 2400 metros de desnivel negativo.




15ª Etapa ; Elizondo-Hondarribia

Todo viaje termina, donde empiezan otros...”

Hoy es la última etapa de la Transpirenaica.
Ha llegado el día.
Y la jornada final nos depararía también varias sorpresas; como el hecho de conocer a un amigo catalán de nuestro guía-libro “Jordi Laparra” que realizaba andando y en solitario el GR-11.
E imprevistos; como ya os podéis imaginar, al ver la foto del porta equipajes roto de mi amigo.
Pero empecemos desde el principio:

La tarde anterior, en Elizondo, empleamos tiempo y dimos varias vueltas hasta poder conseguir alojamiento.
Preguntamos en un Albergue a las afueras del pueblo pero al exigirnos el carné de alberguista, no pudimos entrar.
Nos recomendaron otro hostal, cerca del polígono industrial. Y allí fuimos.
Pero desde que llegamos, hasta que nos dieron habitación, tardaron mas de una hora.
La chica encargada del bar del hostal, no podía alojarnos, hasta que no lograra hablar por teléfono con sus jefes.
Y en ese momento, sus jefes, estaban fuera de cobertura.
La espera se hizo larga. Teníamos la ropa mojada de la ruta desde Iratí y no veíamos la hora de poder ducharnos y cambiarnos.
Rato después, vino la dueña y nos dio habitación: Un “cubil” sin ventanas y con un gran ventilador en el techo.
Lavamos ropa y la colgamos cerca del ventilador encendido por si ayudaba a secar.
Cenamos en el mismo hostal.
Me esperaba algo más elaborado de la cocina vasca.
Comí macarrones de primero y espárragos con mayonesa de segundo.
El desayuno del día siguiente, fue para mi gusto, muy escaso. Quizás, porque no nos entretuvimos en comer las correspondientes “viandas” mañaneras, fue determinante para que saliésemos pedaleando temprano. Hora: 8:40 a.m.

El día amenaza lluvia, pero de momento, nos deja empezar en seco.
Aunque damos por seguro que en breve, nos sumergiremos en la niebla o nubes, que cubren hoy, todas las montañas.

Pocas fotos he hecho en este bonito valle de Baztán. El mal tiempo ha desdibujado el paisaje.
Recuerdo la buena impresión que me dio,  cuando pasé por este mismo lugar, en la Semana Santa del 2009, al regresar de hacer esquí de travesía con unos amigos en el pirineo francés.
Aquella vez me dije: -“Hay que volver...”-
Frase que me repito hoy de nuevo. Creo que este entorno, bien merece otra intentona de visita en el futuro.
Pero a ser posible contrataremos el buen tiempo de antemano.




Regresamos al punto de donde nos desviamos de la ruta Transpirenaica en el día de ayer; El cercano pueblo de Elbetea (200 metros).
Desde aquí tenemos que subir un primer collado: Iñaberri (780 metros). Pasando antes por los caseríos de Bagordi situados a 570 metros y de los que nos separan sólo 4 kilómetros desde el fondo del valle. –Ya os podéis imaginar la pendiente...-
 

Laparra nos avisa de la dureza de este tramo.
Hasta los caseríos, se trata de una estrecha carretera asfaltada y es, gracias a ello, por lo que podemos superar rodando estos duros kilómetros.
Aprovechamos las vistas de hoy, mientras nos dejen los cielos;  Desde la altura se observa bien toda la población de Elizondo con los alrededores de prados y bosques, salpicados de caseríos.
Dejando atrás Bagordi, las nieblas nos rodean y ocultan con su frío y húmedo manto; la belleza de estas “tímidas” montañas.



Atravesamos bosques de pinos y hayedos. Pasamos varios collados intermedios. Rodamos (lo que se puede) por sendas encharcadas y embarradas.
Seguimos gran parte por lo que es el GR-11. Para salirnos de él, en tramos concretos.
Tramos en los que nos paramos a leer detenidamente la descripción y consultar mapas.
Es obligado. Ya que hoy no tenemos muchas referencias a la vista.
Lluvia, ligera e intermitente, que nos acompaña al paso por todos estos collados: Iñaberri (780m), Bagatxeta (790m), Antxuela (740 m), Esquisaroy (510 m), Also ( 600 m), Orizqui (500 m)...
Algunos de los cuales los tenemos que hacer desmontados de la bici y andando.
Nos encontramos parados, consultando guía entre dos collados, cuando llega hasta nosotros un simpático montañero.
Le preguntamos si se dirige al collado Esquisaroy: nuestro próximo objetivo.
Tras confirmarlo él en su mapa, decidimos hacer la corta travesía juntos, ya que el terreno tampoco nos permite mucho más.
Entablamos conversación y nos relatamos un corto resumen de nuestros periplos en el pirineo.
Este solitario montañero catalán, de nombre Enrique o Enric, viene haciendo todo el GR-11 desde la costa catalana. Lleva andando alrededor de un mes y espera conseguir mañana en Hondarribia; el objetivo final de su viaje.
La travesía la ha realizado con poco peso ya que se aloja y come en los refugios.
Le comento la experiencia de uno de mis tíos con la alta ruta pirenaica. A diferencia de este, la realizaron en periodos de 10-12 días, en cuatro años sucesivos. Pero con el añadido de trasportar comida y tienda de campaña para todos esos días. No querían depender de hostales ni refugios que les condicionara el transcurso y final de cada etapa, proporcionándoles una total libertad.
Ese peso extra en sus equipadas mochilas, aún ralentizando su ritmo en la alta ruta, les compensaba con las enormes satisfacciones que supone  gozar de plena autonomía.
Le hablo también de que estamos siguiendo el libro de Yordi Laparra, un compatriota suyo.
Y cual sería nuestra sorpresa cuando nos dice:
-          “¡ Pero si es mi amigo !. Los dos formamos hace años el equipo de remo olímpico. “-
-          “¿ Y le has acompañado alguna vez de ruta con la bici ?” Le preguntamos sorprendidos.
-          “No. Su pasión por la bici vino cuando dejó el remo... ¡Está loco¡. Ha destrozado hasta los cuadros de sus bicis, en sus correrías por el Pirineo. Y ha conseguido que le abandone su mujer.”-
-          “Vaya, vaya...”-

Seguimos charlando un rato mas hasta que llegamos a una senda descendente y ciclable.
-Es hora de aprovechar la inercia de nuestros vehículos-
Nos despedimos de él, no sin antes, darnos las direcciones de correo electrónico.




Continuamos sumando kilómetros y collados.
Sigue el día gris. Los montes que deberíamos contemplar cómo las cimas de Legate y Aizcolegi, la sierra de Ascua (parajes del Parque Natural del señorío de Bertiz) y por último la cima del Larún, que nos anunciara el Atlántico... hoy no conseguiremos darles forma.
Tras superar el collado de Orizqui (500 metros), un rápido descenso nos sitúa en el pueblo de Etxalar (100 metros) a cuarenta y cinco kilómetros escasos de nuestro objetivo final.  Son las 12:15 de la mañana.
Es justo el momento en el que cae una buena tromba de agua. Momento que aprovechamos a comprar comida.
Nos metemos en una pequeña tienda.
Allí se oye hablar vasco, pero a nosotros se dirigen en castellano.
Aún recuerdo algo de Euskera. Y consigo entenderles frases sueltas...
-¡Algo se tiene que notar de los 17 años que viví por estas tierras¡-

Nos sentamos en un banco del pueblo, refugiados de la lluvia por un saliente del tejado de una casa y almorzamos.
Hacemos tiempo hasta que escampa un poco.

Nos quedan de subir tres principales collados más, y se acabaron las cuestas del pirineo.



El primero de ellos es el collado Lizarreta (450 metros). Este se corona tras rodar cinco kilómetros por duras pendientes. A todo esto se suma la lluvia que nos va calando...
A mí, no me molesta mojarme subiendo los puertos. El calor generado en el esfuerzo de subida, contrarresta al frío y la humedad que empapa nuestras ropas.
Lo que no es igual para los descensos... Aunque los corta vientos o impermeables que vestimos, reduce el rápido enfriamiento que se suele producir en la relativa “inactividad” de las bajadas. 

 


Pasamos por el collado Lizuniaga (240 metros) en el mismo descenso del Lizarreta, antes de afrontar la subida a la collada de la Venta Yasola (460 metros) desde los 160 metros, donde se sitúa el cruce de sendas que se dirige al alto.
Las nubes, que se encuentran ahora más elevadas, nos dejan ver los verdes valles salpicados de caseríos y pequeños pueblos.


La Venta Yasola es el penúltimo de los puertos importantes y es desde aquí donde podemos contemplar, al fin, la costa cantábrica y el mar que la baña.

A Jorge y a mí nos produce grata emoción el hecho de tener a la vista el ansiado mar.
Nos quedamos fascinados, mirando aquella inmensa planicie azul, desde estas alturas.

-          ¡Ya lo tenemos Jorge¡.......¡Ya huelo a brisa marina¡-
Bien merece este lugar unos minutos de nuestro tiempo.
La lluvia nos ha dado una pequeña tregua y es por ello por lo que hacemos aquí el descanso y la comida del día.
El límite del bosque de alerces al que hemos llegado; nos ofrece un marco incomparable de la costa cántabra. Realizamos unas cuantas fotos del instante.
Estamos comiendo y mientras, un grupo de senderistas franceses, pasan a nuestro lado saludándonos amigablemente.
-          ¡Que simpáticos¡-

Desde este lugar parece que no nos queda nada. Los dos creemos en poder presentarnos rápidamente en la playa de Hondarribia.
Pero los acontecimientos posteriores no acompañarían este anhelo.



 

 
La senda que desciende de la Venta Yasola (410 metros) a la Venta Zahar (180 metros) es de lo peor que nos hemos topado en la travesía.
Aunque ya nos avisa el rutómetro de  Yordi: “terreno muy difícil especialmente si el terreno está mojado”.
Senda estrecha, sumergida entre altos helechos y con bloques de piedra sueltos, medio ocultos por la vegetación. A lo que se suma el barro a la pendiente resbaladiza.
Por supuesto, vamos desmontados.
Aún así, mi amigo, tiene un descenso accidentado...
Creemos haber superado el tramo menos ciclable y cuando nos encontramos en una zona relativamente llana: –El portaequipajes de la bici de Jorge rompe por el tornillo de sujeción a la tija del sillín-
Es la peor avería que tenemos en toda la traspirenaica.
No tenemos tiempo para lamentarnos. Nos queda muy poco y lo que urge es buscar la mejor solución para que podamos llegar con todo el equipo a Hondarribia.
Me acuerdo de las correas de mis alforjas que cargué en Burgos y que sirven para poner estas en bandolera.
No las usé en todo el camino y antes de comenzar, dudé de llevarlas.
No me arrepiento: Ahora nos sirven para trasportar las alforjas de Jorge a modo de mochila.
-Bien-
El resto; Su parrilla rota, la esterilla y unas sandalias; Lo acoplo a mi equipaje.


A Jorge le es bastante incómodo cargarlas a su espalda. Sus alforjas no están diseñadas para ello. Pero mi amigo soporta el “apaño” con estoicismo.



Proseguimos.
Desde la venta Zahar (100 metros), la pista mejora y podamos retomar el pedaleo.
El último collado de la travesía se llama Poiriers (380 metros)  y es lo que nos espera a continuación. No sin antes pasar por otro más, de camino al mas alto. (Collado Ibardin 345 metros) y otro durante el descenso; el de Poiriers o Petaneko Lekoa ( 315m)....

-          La verdad es que hoy he perdido la cuenta del número de collados ascendidos...-

Los realizamos sin apenas detenernos. Hoy vamos muy justos con las horas de luz...

Pasando Ibardín, la pista, rodea un pequeño pantano; el de Oneaga.

Solo tenemos una parada, casi obligada, a la bajada de Poiriers: La lluvía arrecia y debemos refugiarnos unos minutos bajo un avellano.
El camino, que estando seco, se podría pedalear con comodidad, hoy presenta el inconveniente del barro, charcos y resbaladizas rocas.

Pero pronto nos despediremos de los tranquilos caminos de la montaña para adentrarnos en un laberinto de carreteras donde existe un estresante y ruidoso tráfico motorizado.
Antes de ello, rodamos por tres kilómetros de asfalto hasta llegar a las primeras casas de la localidad de Arroupea.
Al no existir cartel indicativo de la villa, nos crea incertidumbre de si vamos por lo correcto. Pero tras una simple pregunta a la primera paisana, que vemos asomarse en uno de los caseríos, arreglamos el asunto.
El paso por las ciudades fronterizas de Behovia y de Irún es, sin duda, lo más estresante de los quince días de travesía.
La multitud de coches circulando por todas las carreteras y calles, hace que prestemos casi toda nuestra atención a no dejarnos arroyar por ninguno y quizás por ello, tengamos un par de despistes al salirnos de la ruta descrita.


Es al atardecer cuando tras no pocas vueltas y mas agobios, alcanzamos, al fin, la playa de la localidad turística de Hondarribia: Punto final de la travesía de la Transpirenaica en BTT.
Un triple arco iris se dibuja a la entrada del puerto pesquero.
-¡Qué bonito¡-
-Parece que nos han querido premiar con el una estampa inolvidable; por conseguir llegar a nuestra meta y alcanzar así; el término de este exigente viaje.-

Una vez más, un sueño se trasformó en proyecto; con ilusión nos preparamos para poder cumplirlo;  lo iniciamos con muchas ganas y determinación; y vencimos...

Y esa victoria nos hizo fuertes.

-¡ Hecho !-









(80,43* Kilómetros en 8 horas y 14 minutos a una Velocidad media de 9,72 km/h)
*Incluida la distancia que cubrimos en la turística Hondarribia, durante la tarde noche, buscando un “casi-imposible” alojamiento.

Aún me queda una entrada de este viaje que añado a continuación. En el narro el viaje en solitario desde Hondarribia hasta Burgos, empleando dos únicas jornadas. Y digo –en solitario- porque Jorge cogió el autobús en San Sebastián para regresar a las tierras del Cid.
-          Mi buen amigo ya tuvo suficiente con los 1100 kilómetros de bicicleta y casi 24000 metros de desnivel acumulado-



Etapas finales ; Hondarribia- Burgos



Porque viajar y escribir son en cierto modo una misma cosa; estar solo y vivir libre, no deberte a nadie salvo a tu coraje e intentar vanamente trazar en el vacío una pincelada de eternidad...”
-Javier Reverte-

Después de documentarnos en la Oficina de Información turística de Hondarribia, sobre los horarios de autobuses a Burgos. Mi amigo y yo decidimos ir pedaleando hasta la cercana ciudad de San Sebastián. Lugar donde Jorge cogería el bus hacia Burgos.

La anécdota del recorrido de estos 20 kilómetros, que separan ambas ciudades, fue de las mas curiosas:

Llevábamos un mapa general de las carreteras de Guipúzcoa para orientarnos bien.
Decidimos meternos en la N-1. Sabíamos que el tramo que pasa por Burgos de esta misma carretera pueden perfectamente circular las bicicletas.
Lo que no pasa igual en el País Vasco en el que prácticamente todas las distancias entre grandes ciudades se han convertido en Vías rápidas en forma de Autovía o Autopista.
En un principio no vimos otra posibilidad para salvar el trayecto Hondarribia-San Sebastián. Con lo cual y muy a nuestro pesar, empezamos a rodar por la “mega” transitada autovía N-1.
Camiones y turismos nos pitaban e increpaban por estar donde no se debe.
Y cuanto mas kilómetros hacíamos por esta agobiante carretera, peor me sentía.
No aguantaba la presión a la que nos sometían los vehículos de motor.
Es por ello, por lo que Jorge y yo, intentamos rodar a la mayor velocidad posible para llegar cuanto antes a nuestro destino.

A medio camino nos adelantó una furgoneta de la Hertzaintza (la policía vasca).
Dicho vehículo nos hizo detenernos en el arcén, junto a ellos.
Yo ya me esperaba la correspondiente bronca y sanción...

Al poco, sale un simpático Hertzaina de la furgo...
Jorge y yo, antes de que nos dijeran nada, les comentamos;
-“¡Es que no sabíamos por donde meternos¡”-

-“¡Hola¡ ¿Dónde queréis ir?”- Nos pregunta sonriendo.
-“A San Sebastián...”-
-“ Pues seguidnos que os llevamos hasta allí”-
....
Sorprendidos por su amabilidad, retomamos el pedaleo.
Esta vez íbamos escoltados por la furgoneta de la policía.
Con las luces de emergencia encendidas y hablándonos por su megáfono, nos iba dirigiendo. A su vez, ralentizaba el tráfico que discurría por nuestro carril.

-          “¡Qué gente mas estupenda¡”-

También nos dirigieron por parte de la ciudad de San Sebastián hasta muy cerca de la estación de autobuses.

-          “¡Muchas gracias por todo¡”- Les dijimos al despedirnos de ellos.

-“ Me encanta la actitud de los vascos hacia los ciclistas”- Comenta mi amigo poco después.
Hace años, él ya estuvo de cicloturismo por la costa vasca y guarda gratos recuerdos de sus vivencias y del trato con la gente del lugar.

Acompaño a Jorge mientras compra el billete del Bus.
Allí tiene que esperar largo rato hasta conseguirlo; Hay mucha gente en espera y se añade la excesiva  lentitud en la venta de billetes en Alsa.
De tal forma que casi tenemos los minutos justos para desmontar y empaquetar la bici de Jorge ( de forma muy improvisada ) y para que este se suba al autocar.

Empieza a llover en San Sebastián.
Una vez que me he quedado sólo y con el mal tiempo reinante, se me quitan las ganas de visitar la ciudad.
Ya visité esta bonita ciudad hace años; De cuando vine aquí con mis amigos Juan Carlos, Alberto y Goyo de pasar unos días en Francia. Estuvimos realizando varias rutas “míticas” en bicicleta por la zona de Lourdes.
En aquella ocasión subimos largos y grandes puertos por el Pirineo Galo; Luz Ardidén, El Tourmalet, Aubisque...
Disfruté muchísimo.
Aparte de ciclismo, hicimos turismo por la zona; Las cuevas de Bétharram, Lourdes, Pau... y al regreso a España, recalamos en la ciudad de San Sebastián.
En ella pasamos dos días intensos. Y de los que guardo muy buen recuerdo de las excelentes tapas que se elaboran por allá.
También aproveché las mañanas, a dar paseos en solitario por la ciudad, mientras mis amigos descansaban en el hostal, tras una larga noche...

Mi primera intención era visitarla también con la bici en esta ocasión. Pero la lluvia y el hecho de que ya era medio día, cambiaron mis planes iniciales.
Aparte, no quería que me pillase la noche, tan cerca de estas poblaciones de turismo de masas.
Tenía idea de dormir en vivac en algún bosque tranquilo del interior.
Y es por ello por lo que debía aprovechar la tarde para hacer ruta camino Burgos.

Antes de salir, compré frutos secos e improvisé una frugal comida en un parque de la ciudad.

La lluvia había cesado, de momento, pero el cielo oscuro y los vientos húmedos del norte presagiaban más precipitaciones.

En mi anterior visita a la ciudad, idealice este entorno. Aquella vez pensé;
-          ¡Qué bien me lo hubiese pasado por aquí de haber tenido bicicleta en mis primeros 17 años de vida en el País Vasco¡-

Quizás, hace años, aquella visión pudo haber sido cierta...
Hoy día, tanto en el entorno de San Sebastián y la costa vasca, se ha masificado tanto el tráfico y se han convertido y multiplicado las vías rápidas en las carreteras, que me hubiesen dado muy pocas opciones de poder encontrar un lugar tranquilo donde poder pasear a gusto.
Hecho, que aún y gracias, todavía no sucede en la provincia de León donde resido.

Llevaba un mapa de la ciudad y otro de las carreteras de Guipúzcoa.
Utilicé el somero mapa de las calles para salir de la ciudad.
Pero aquella intención, se convirtió con los minutos, en una auténtica odisea.
Las salidas de San Sebastián eran casi todas por vías rápidas, autopistas y autovías.
Y por supuesto; No quería tentar otra vez a la suerte y toparme de nuevo con la policía.
Vueltas y mas vueltas.
Preguntas y más preguntas.
Puede que una hora fuese el tiempo empleado hasta que conseguí enfilar la única posibilidad de salida que tenía; La Nacional-634 dirección Bilbao.

La coincidencia de esta vía con tramos del Camino Norte de Santiago hace que permitan todavía, a ciclistas y peregrinos, circular por ella.

Si que me cruzo con mas coches de los que acostumbro en las carreteras leonesas pero consigo aliviar, en cierto modo,  la tensión acumulada en el “escape” de San Sebastián.

La carretera transcurre, en su mayor parte, muy cerca de la costa vasca. Cruzo poblados pesqueros como Zarautz, Guetaria, Zumaia, Deba...

En ellos coincido con peregrinos a pie y en bicicleta.
Las vistas hacia la costa son muy bonitas y en ocasiones, me aparto unos segundos de la carretera para perder mi vista en el ancho mar y escuchar el relajante sonido de las olas rompiendo en los acantilados.
Uno de mis planes futuros era el de realizar el Camino Norte de Santiago...
Al igual que realicé en su día; el Camino Francés y el del sur (Sevilla- León) o Ruta de la Plata, este del norte era el  único que me faltaba para completar el “circuito” español de largos y conocidos recorridos.
Pero el intenso tráfico rodado que sufren estas carreteras en los meses estivales hace replantearme mis planes.
No me agrada el turismo de masas.
Y más aún, después de haber probado la paz y el aire limpio que se respira en otros lugares...
Hago pocas fotos en el trayecto. Una de ellas es el del cartel del puerto de Zudugarai de 90 metros de altura.
Me llamó mucho la atención; que nombren un puerto en el País Vasco de sólo dos dígitos, mientras que por ejemplo; en la sierra de la Cabrera (límite de Zamora y León) collados y puertos asfaltados de más de mil metros de altura, no dispongan de tal “honor”.

La dirección que sigo es hacia Bilbao pero voy atento a los desvíos de mi izquierda que me indiquen la salida a la ciudad de Vitoria y a ser posible, por tranquilas carreteras comarcales.

Estoy parado, consultando el mapa de carreteras, cuando un ciclista se detiene a mi vera y me pregunta sobre mis intenciones.
Al poco me aconseja una carretera tranquila por la que transitar rodando y que va en la dirección deseada.
Abandonaré la costa en Deba para remontar por el valle del río de mismo nombre hacia el interior.
Elgoibar- Vergara y Arrasate Mondragón serán las poblaciones más importantes por las que pase en el día de hoy.

Me sorprende el río Deba y el excelente soto que lo acompaña.
Veo ánades, garzas y cisnes a lo largo del río.  Los cisnes hay blancos y otros negros.
El hecho de no encontrar viviendas cercanas a estos animales me hace pensar de que pueda tratarse de ejemplares salvajes...
Me detengo un momento para hacer foto a una garza cercana.
Pero el animal cauto, remonta el vuelo y escapa, poco antes de que pueda enfocarle con mi objetivo y disparar.

Prosigo remontando el valle. El desnivel es muy moderado en comparación a otros puertos realizados días atrás. Por lo que avanzo sin problemas...

Paso Elgoibar y me desvío hacia Bergara por la carretera Comarcal 627.
Entre varias de estas poblaciones intermedias existe un carril bici que discurre paralelo a la carretera pero que va por la otra vertiente del río.
No me lo pienso dos veces y allí que me meto.
Es cuando mas disfruto del viaje en solitario hacia Burgos.
Son momentos en los que me puedo relajar pedaleando y disfrutar del boscoso paisaje por el que trascurro.

Me fijo una hora para ir buscando un lugar tranquilo donde pasar la noche. Desde las 7 p.m hasta las 8 p.m  estaré atento a posibles terrenos para el vivaqueo.

Al término del carril bici, pasando Bergara, retomo la ruta por la comarcal.

Inspecciono el soportal de una Ermita a pocos kilómetros de Mondragón.
-          Hoy hay serias posibilidades de lluvias por lo que será preferible encontrar un lugar con techo.-
El sitio no me convence al tener muy fácil acceso de la cercana carretera comarcal.
-          Probaré mas adelante-

Llego a la población de Arrasate Mondragón pasadas las ocho de la tarde.
Me queda poco tiempo de luz y por un momento, pienso en la posibilidad de encontrar alojamiento en esta localidad.
Tras preguntar a la gente de allí. Consulto un par de hostales...- Cerrados-
Me recomiendan otro posible alojamiento en la localidad de Aretzabaleta pasados unos kilómetros subiendo el puerto.

Allá que me dirijo.



Tres kilómetros después de abandonar Mondragón, la carretera cruza por debajo de la autopista que va en dirección a Vitoria.
El enorme y alto puente que atraviesa el valle bien puede ofrecerme el techo que necesito para pasar la noche.

Me aparto de la carretera y me adentro por una pista hacia unos pilares del puente laterales.
Allí, y protegido de miradas curiosas por el pinar que cubre las empinadas laderas, es donde finalmente decido quedarme.
Son casi las nueve de la tarde y llegué a este lugar en el momento y tiempo justo.
Ha comenzado a llover en el exterior y todavía me quedan unos minutos de luz para la correspondiente cena.

Descanso y duermo relativamente bien.

Al día siguiente madrugo con las primeras luces para proseguir mi viaje hacia Burgos.



Del resto del trayecto solo destacaré cuatro hechos o anécdotas que se me quedaron grabadas.

Una de ellas es el curioso monumento religioso dedicado a los ciclistas muertos en carretera que podemos encontrar según asciendes el puerto entre las provincias vascas de Álava y Guipúzcoa.
Una figura de la virgen rodeada por una montaña de flores... acompañada de enseres de los ciclistas fallecidos, dejados allí por sus familiares y amigos; botellines de agua, candados, prendas, cascos de bicicleta... hasta varias medallas ganadas en competiciones ciclistas.

La segunda anécdota fue poco antes de llegar a la N-1, cerca de Vitoria.
Allí se encontraba una patrulla de la Guardia Civil.
Me hicieron detener en el arcén para interrogarme e inspeccionar mis alforjas.
-          “¿De donde eres? ¿donde vas? ¿donde dormiste la última noche? ¿que has hecho estos días?”-
-          “Bueno... eso es una larga historia...”-

Tras pedirme la documentación y revisarla en sus ordenadores, el interrogatorio fue más distendido y pude preguntarles por la mejor opción cicloturista para llegar a la Provincia de Burgos.
Sin meterme en vías rápidas y evitar complicaciones.
Me aconsejan ir por el Condado de Treviño, pero antes debo ir un tramo por la autovía N-1...
-No hay problema. Tengo permiso de los Guardias.-

En el trayecto me vuelve a caer encima varios chaparrones pero parece que el cielo se va despejando de nubes al acercarme a Miranda de Ebro.


Saco fotos de un zorro y un gato montés atropellados.
-¡Qué pena me da¡-
Estos animales no entran en los censos de víctimas de la carretera...

Me desvió por carreteras comarcales y tranquilas; Paso por las localidades de Mendoza y Nanclares de Oca.

Es por allí cerca donde me aconsejan ir hasta Miranda por una ruta muy tranquila.
Ruta que prácticamente solo la usan los tractores en época de siega.
Disfruto estos tramos.
-¡ Vaya gozada ¡-
Hereña, Igai... y llego a Miranda de Ebro.


Como va siendo habitual, intento recargar calorías tras dos horas de pedaleo continuado.
Pero el objetivo que tengo, de llegar hoy hasta mi pueblo de Burgos, hace que alargue este intervalo y acorte los descansos.

La ruta es prácticamente llana al adentrarme en la Provincia de Burgos y a la vez me siento favorecido en el pedaleo por los vientos del Norte.

Pasado Miranda y poco antes de adentrarme en el desfiladero de Pancorbo, dejo a un lado la carretera que baja de Puentelarrá.
Esto es ya terreno conocido para mi bicicleta...
Hace unos años, hice en Burgos, un recorrido en solitario de 200 Kilómetros en bicicleta, en una sola jornada.
Aquella vez fue duro. No hacía un entrenamiento diario como ahora y acusé el largo kilometraje y especialmente la deshidratación que sufrí en aquellos calurosos días al no beber como debiera.
Hoy día, he llegado a prepararme y conocerme lo suficiente como para no “temer” a las distancias largas en bicicleta.
Prueba de ello son los 220 kilómetros que hice en León el año pasado en un solo día con la Mountain Bike y que no me supuso tanto desgaste cómo aquella primera gran ruta de Burgos.

Miranda, Pancorbo, Briviesca... y por fin mi pueblo; Villanasur de río Oca.

Girasol multiflora en la huerta de Villanasur de río Oca

Son las cuatro de la tarde y allí encuentro sólo a mi tío Elías que no me esperaba.
Me ducho y recargo fuerzas con los magníficos productos de la huerta ecológica.
Todavía me quedan horas de luz suficientes para hacer los 40 kilómetros que me separan de la capital burgalesa y de la casa de mis padres.
Pero es mi deseo pasar la tarde en el pueblo junto a mi tío y los perros; Tartán, Loba, Chus y Deva.

Al día siguiente tomo la carretera que salva el Puerto de la Pedraja por la tranquila comarcal de Cerratón, cien veces recorrida.

Salgo a Zalduendo en la Nacional 120 que une Logroño con Burgos y de allí, hasta casa lo hago a toda caña, dándolo todo en estos últimos kilómetros añadidos a la gran ruta.

-     ¡ Qué bien me encuentro !-
-          El pedalear se ha vuelto tan cotidiano casi cómo el respirar y no me cuesta apenas.-
-          Es una maravilla el comprobar que tu cuerpo se puede habituar perfectamente a cualquier esfuerzo que le exijas.-
-          Y mas maravilloso es cuando, este, responde a la perfección.-

Bravo.

- Distancia Hondarribia-Burgos Unos 270 kilómetros en unas 16 horas acumuladas de pedaleo.-